miércoles, 16 de enero de 2013

Olivos monumentales de la Axarquía

Tenía ganas de conocer estas tierras y los tesoros que encierran y estas pasadas fiestas navideñas he tenido la ocasión de poder acercarme y disfrutar de una excursión que, aunque corta, me ha servido para admirar el paisaje, los recursos naturales, los olivos monumentales de la Axarquía malagueña.

Los primeros días del año los pasamos, toda la familia -mi mujer, mis dos hijos y yo-, en Torre del Mar. Una tarde, tras el almuerzo, subimos al Peñón de Almayate (conocido también como el Peñón del Toro, por el Toro de Osborne allí ubicado), sitio que merece otra entrada en este blog, lugar con magníficas vistas, restos arqueológicos, canteras, matas de tomillo y otros valores paisajísticos y naturales de notable interés; hasta pude coger unos espárragos para comerlos en tortilla por la noche.

El día cinco de enero volvimos a Córdoba, por el interior de la Axarquía, por la carretera que desde Vélez Málaga lleva a Alhama de Granada (A-402), desviándonos, pasados unos 15 kilómetros desde Vélez, a la izquierda, dirección a Periana, por la A-7204, desde donde, según nos vamos aproximando a Periana, se nos abre un paisaje hacia el sur, dominado por el pantano de la Viñuela y las sierras que lo circundan, con el mar al fondo; al norte, quedan las estribaciones de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. Hacemos una pequeña parada en Periana, donde ya florecen los almendros.

Almendro en flor en Periana

Pasamos por la aldea de Mondrón, para enlazar con la MA-4102, que une Riogordo con Alfarnetejo; tras un kilómetro de subida, con curvas pronunciadas, dejamos el coche a la derecha de la carretera, de la que sale un camino que nos conduce al Cortijo de Pulgarín Bajo. Es un alojamiento rural del que tenemos buenas referencias, pero nos lo encontramos cerrado y no podemos visitar su molino museo y sus casas; paseamos por sus eras empedradas.

Era del cortijo Pulgarín Bajo














Camino abajo, junto a la carretera, nos encontramos con los olivos monumentales de los que habíamos oído hablar. A pesar de ello, nos sorprenden; hasta ahora no habíamos visto olivos con troncos de estas dimensiones, asentados en unas tierras no especialmente fértiles, donde abunda la roca caliza, con la que los agricultores han formado bancales para facilitar el cultivo.

Mi hijo Gonzalo, al pie de uno de los olivos monumentales de Pulgarín Bajo


Su edad es difícil de determinar, aunque yo me atrevería a decir que no debe faltarles muchos años para cumplir el milenio, si no lo sobrepasa alguno. Como señala el profesor Luis Rallo (http://www.aemo.es/noticias/detalle_noticia.php?id_noticia=574&texto=), "pocos trabajos hay en el mundo sobre estos árboles singulares y los métodos para su estudio aún están en sus albores. Además la determinación de su edad, salvo constancia documental, aún es muy imprecisa".

Nos damos un paseo entre estos olivos centenarios y su entorno rocoso; la cosecha de aceituna parece aceptable, todavía apenas hay en el suelo, estando la mayoría pintona (en envero). Entre los olivos, hay también algunos almendros, de los que parece que no han cogido la cosecha pasada, así que partimos algunas almendras y las probamos. Nos recreamos en el paisaje; el río Sábar se abre camino valle abajo, dejando atrás los tajos de Santa Ana y Bermejo, entre los que pasaremos en un rato camino de Alfarnatejo.

Vistas del Tajo de Santa Ana

 Aunque en la Axarquía hay olivos de otras variedades, estos son de la Verdial de Vélez (que recibe este nombre porque la coloración verde permanece en la piel del fruto ya maduro más tiempo que en el resto de variedades), autóctona de esta comarca, que supone el sesenta por ciento de las aproximadamente quince mil hectáreas cultivadas de olivar en la Axarquía. El aceite de oliva virgen extra Verdial es característico por su sabor afrutado, con mucho aroma y tendencia dulce, suave y ligero al paladar. A pesar de su antigüedad, estos olivos están  en plena producción, en olivares en parte renovados, que también cuentan con olivos más jóvenes. Esta época es la de su recolección, como hemos podido comprobar en la almazara de Mondrón (donde hemos visto algún agricultor descargando aceituna), y vemos a alguna cuadrilla en el campo.
 
Aunque solo conocemos esta zona por referencias, tras emprender de nuevo el viaje, poco más arriba nos desviamos por un camino a la izquierda de la carretera que conduce a Bolaños, una pequeña casería, y al Tajo de Santa Ana. Al pasar Bolaños, un rebaño de cabras nos interrumpe el paso y le preguntamos al pastor sobre algún olivo singular que podamos ver por allí,  indicándonos que hay alguno por encima de la era de Bolaños. Bajamos hasta cruzar el río Sábar, entre un olivar en bancales, con olivos de un solo pie; damos la vuelta y nos paramos en Bolaños, subimos a su era empedrada (aunque, abandonada, la hierba que ha crecido oculta las piedras), y desde allí vemos otros dos olivos de gruesos troncos, que también nos parecen espectaculares.


Olivo de Bolaños

Se va acercando la hora del almuerzo y a mis compañeros de viaje ya les pide el cuerpo dejar el campo y bucar algún sitio donde comer. Así que continuamos el camino en dirección a Alfarnatejo.  Al salir del desfiladero del río Sábar, se abre una pequeña depresión que nos lleva al pueblo.  Justo enfrente de la entrada al mismo, hay un camino que lleva a la Fuente del Conejo y a El Torcal (este enlace describe esta ruta: http://www.cortijolasmonjas.blogspot.com.es/2011/03/cortijo-las-monjas-ruta-de-senderismo.html
), que espero poder conocer en otra ocasión.

Tras dar un breve paseo por Alfarnatejo, nos tomamos unas tapas en el Bar Barroso, en la plaza, y continuamos nuestro viaje de vuelta a Córdoba. Al poco de dejar el pueblo, enlazamos con la A-4152, que va desde Riogordo a Alfarnate, que a su vez enlaza con la A-341, Zararraya-Loja, donde tomaremos la A-92. Desde Alfarnatejo hasta enlazar con la A-92 hay una distancia de 26 kilómetros, con algún tramo con firme en mal estado en la A-341. Poco a poco vamos dejando atrás las estribaciones de las Sierras de Tejada, Almijara y Alhama, para pasar a un paisaje donde predomina el olivar, que no deja casi espacio a otros cultivos. Cuando enlazamos con la A-341, dejamos a la izquierda la carretera que nos lleva a Villanueva del Trabuco y a la Fuente de los Cien Caños, otro espacio natural que merece la pena visitar y que se considera el nacimiento del Río Guadalhorce.