Los primeros días del año los pasamos, toda la familia -mi mujer, mis dos hijos y yo-, en Torre del Mar. Una tarde, tras el almuerzo, subimos al Peñón de Almayate (conocido también como el Peñón del Toro, por el Toro de Osborne allí ubicado), sitio que merece otra entrada en este blog, lugar con magníficas vistas, restos arqueológicos, canteras, matas de tomillo y otros valores paisajísticos y naturales de notable interés; hasta pude coger unos espárragos para comerlos en tortilla por la noche.
El día cinco de enero volvimos a Córdoba, por el interior de la Axarquía, por la carretera que desde Vélez Málaga lleva a Alhama de Granada (A-402), desviándonos, pasados unos 15 kilómetros desde Vélez, a la izquierda, dirección a Periana, por la A-7204, desde donde, según nos vamos aproximando a Periana, se nos abre un paisaje hacia el sur, dominado por el pantano de la Viñuela y las sierras que lo circundan, con el mar al fondo; al norte, quedan las estribaciones de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. Hacemos una pequeña parada en Periana, donde ya florecen los almendros.
Almendro en flor en Periana |
Era del cortijo Pulgarín Bajo |
Camino abajo, junto a la carretera, nos encontramos con los olivos monumentales de los que habíamos oído hablar. A pesar de ello, nos sorprenden; hasta ahora no habíamos visto olivos con troncos de estas dimensiones, asentados en unas tierras no especialmente fértiles, donde abunda la roca caliza, con la que los agricultores han formado bancales para facilitar el cultivo.
Mi hijo Gonzalo, al pie de uno de los olivos monumentales de Pulgarín Bajo |
Nos damos un paseo entre estos olivos centenarios y su entorno rocoso; la cosecha de aceituna parece aceptable, todavía apenas hay en el suelo, estando la mayoría pintona (en envero). Entre los olivos, hay también algunos almendros, de los que parece que no han cogido la cosecha pasada, así que partimos algunas almendras y las probamos. Nos recreamos en el paisaje; el río Sábar se abre camino valle abajo, dejando atrás los tajos de Santa Ana y Bermejo, entre los que pasaremos en un rato camino de Alfarnatejo.
Aunque solo conocemos esta zona por referencias, tras emprender de nuevo el viaje, poco más arriba nos desviamos por un camino a la izquierda de la carretera que conduce a Bolaños, una pequeña casería, y al Tajo de Santa Ana. Al pasar Bolaños, un rebaño de cabras nos interrumpe el paso y le preguntamos al pastor sobre algún olivo singular que podamos ver por allí, indicándonos que hay alguno por encima de la era de Bolaños. Bajamos hasta cruzar el río Sábar, entre un olivar en bancales, con olivos de un solo pie; damos la vuelta y nos paramos en Bolaños, subimos a su era empedrada (aunque, abandonada, la hierba que ha crecido oculta las piedras), y desde allí vemos otros dos olivos de gruesos troncos, que también nos parecen espectaculares.
Se va acercando la hora del almuerzo y a mis compañeros de viaje ya les pide el cuerpo dejar el campo y bucar algún sitio donde comer. Así que continuamos el camino en dirección a Alfarnatejo. Al salir del desfiladero del río Sábar, se abre una pequeña depresión que nos lleva al pueblo. Justo enfrente de la entrada al mismo, hay un camino que lleva a la Fuente del Conejo y a El Torcal (este enlace describe esta ruta: http://www.cortijolasmonjas.blogspot.com.es/2011/03/cortijo-las-monjas-ruta-de-senderismo.html
), que espero poder conocer en otra ocasión.
Tras dar un breve paseo por Alfarnatejo, nos tomamos unas tapas en el Bar Barroso, en la plaza, y continuamos nuestro viaje de vuelta a Córdoba. Al poco de dejar el pueblo, enlazamos con la A-4152, que va desde Riogordo a Alfarnate, que a su vez enlaza con la A-341, Zararraya-Loja, donde tomaremos la A-92. Desde Alfarnatejo hasta enlazar con la A-92 hay una distancia de 26 kilómetros, con algún tramo con firme en mal estado en la A-341. Poco a poco vamos dejando atrás las estribaciones de las Sierras de Tejada, Almijara y Alhama, para pasar a un paisaje donde predomina el olivar, que no deja casi espacio a otros cultivos. Cuando enlazamos con la A-341, dejamos a la izquierda la carretera que nos lleva a Villanueva del Trabuco y a la Fuente de los Cien Caños, otro espacio natural que merece la pena visitar y que se considera el nacimiento del Río Guadalhorce.